Lo que aprendí subiendo un vídeo diario por 30 días

Hace un mes decidí hacer un experimento personal: subir un vídeo diario durante 30 días consecutivos. No lo hice por fama ni por alcanzar cifras virales —aunque, por supuesto, no me habrían molestado—, sino por el simple hecho de comprometerme con la constancia, la creatividad diaria y el descubrimiento que viene con la acción repetida. Lo que encontré en el camino fue mucho más profundo de lo que imaginé.
 

La perfección es enemiga de la constancia

 
Al principio, cada vídeo me tomaba horas. Me obsesionaba con el encuadre, la iluminación, la música, incluso con pequeños detalles como si mis palabras eran “demasiado normales”. Pero al tercer o cuarto día, entendí que si seguía exigiendo perfección, no llegaría al día cinco. Así que solté. Permití errores. Dejé de editar tanto. Y, curiosamente, fue ahí cuando los vídeos comenzaron a conectar más. Las personas no buscan perfección: buscan verdad.
 

La creatividad se entrena

 
Los primeros días estaba lleno de ideas, temas guardados, guiones en mi cabeza. Luego, la fuente pareció agotarse. Y fue ahí cuando descubrí algo maravilloso: la creatividad es un músculo. Si la fuerzas con suavidad, responde. Empecé a ver inspiración en los lugares más cotidianos: una conversación en el mercado, un libro subrayado al azar, una emoción inesperada. Aprendí a escuchar la vida con otros oídos.
 

No se trata de viralidad, sino de comunidad

 
Uno de los resultados más inesperados fue que los vídeos más vistos no fueron los que pensé que serían “exitosos”, sino aquellos donde simplemente hablé desde un lugar honesto. Un vídeo donde conté una historia personal sin guión alguno tuvo más interacción que uno al que dediqué horas. La audiencia siente. Cuando compartes desde lo genuino, las personas responden, no con “likes” vacíos, sino con comentarios, preguntas, agradecimientos. Ese tipo de conexión no tiene precio.
 

El algoritmo puede cambiar, pero tú también

 
Sí, aprendí algunas cosas técnicas: qué hora funciona mejor, qué miniaturas atraen más, cómo mantener la atención. Pero lo más valioso fue darme cuenta de que mientras el algoritmo es cambiante, yo también puedo evolucionar. Subir vídeos cada día me dio una seguridad que antes no tenía. Me ayudó a vencer el miedo al juicio y, sobre todo, a mí mismo.
 

El verdadero resultado es invisible

 
No gané miles de seguidores ni me volví tendencia. Pero gané disciplina. Grité menos al editor de vídeo en mi mente. Me vi con más claridad frente a la cámara. Me comprometí. Y eso, en una era de distracción constante, es un triunfo silencioso pero inmenso.
 
Hoy, después de 30 días, no sé si seguiré subiendo vídeos diarios, pero sí sé esto: no soy la misma persona que comenzó. A veces, el mayor cambio no se mide en vistas, sino en visión. Y esta, sin duda, se ha ampliado.